13 de agosto de 2008

Derechos retorcidos y ojos que no ven

En el mundo súper recontra (y hasta excesivamente) conectado de hoy, la información está al alcance del teclado y del control remoto desde casi cualquier rincón del planeta. Si hiciéramos un listado de notas y comentarios sobre este tema, la cantidad de links a incluir haría reventar este blog y quizá hasta la misma Internet.

En este mismo mundo, durante este mes, se disputan la serie de juegos deportivos que mayor atención concita globalmente. Miles de millones de espectadores atentos a lo que empezó en Grecia milenios atrás, pero con la pasión que solamente el marketing, los negocios, los medios y el chauvinismo pueden propulsar. En cierta forma me da vergüenza mencionar a los juegos, para no ser uno más que escribe sobre ellos.

Cuando todos quieren estar pegados a la pantalla, la ley del dinero se interpone y crea una red de derechos de transmisión que es tan compleja como la misma telaraña informática mundial. Entonces uno puede quedar enredado y sin salida, o técnicamente sin “entrada” a los juegos.

Esto me ha pasado hoy (desde mañana podría reemplazar el hoy por “algún día”), en una bella isla del Caribe, y seguramente le ha sucedido a miles de argentinos en cualquier lugar de la tierra que esté más allá de los límites de Argentina desde el que hayan querido ver a una de las pocas esperanzas doradas albicelestes: un grupo de tipos, algunos millonarios, tratando de tirar una pared, un pase largo, una esperanza que termine en el fondo de la red.

Cuando uno está afuera de su reducto nacional, ver a su país competir en los juegos de los anillos por TV es casi imposible. Y con tantos derechos retorcidos, ni siquiera puede hacerlo por Internet. O quizá si pueda hacerlo por la Web, si fuera el mejor hacker del mundo, en cuyo caso seguramente se habría agenciado los fondos necesarios para ir hasta Pekín, Beijing o como se llame la ciudad donde muchos querrían estar en este momento.

A la paradoja de la desinformación en tiempos de sobre-información, de la pérdida del instante en un momento en que el ahora es el único rey indiscutido, se agrega otra contundente realidad: los ojos que no ven dejan al corazón sentido, enojado, frustrado. No importa el resultado ni la calidad de lo que no pudieron registrar por sí mismos. La bronca la pueden entender todos los que disfrutan de los deportes (jugando o mirando), porque saben que el corazón late a full en vivo y en directo, aunque pueda ser feliz o desdichado en diferido.

6 de agosto de 2008

Números

Es hora de aclararlo. A uno no le gustan los números.

Porque cada dos por tres generan un problema.

Buscamos por los cuatro puntos cardinales y la solución no aparece.

En ese proceso, siempre hay quien le busca la quinta pata al gato.

Y aunque esperemos que todo se aclare gracias a un supuesto sexto sentido, con frecuencia guiarse por la intuición nos mete en un lío de la gran siete.

Quizá la única salida es hacer como si fuéramos un ocho carrilero*, intentar la heroica casi con los ojos cerrados, apilando rivales de arco a arco.

Y, con el último aliento, tirar un centro para que la emboqueel número nueve que todos queremos tener en nuestro equipo, y que generalmente no existe o juega para el rival.

Así, la historia terminaría diez puntos en la ficción.

Pero lo más factible es que, en la realidad, sigamos en el medio de un lío que nos recuerde que siempre las letras dan más opciones que los números, aunque algunos piensen que sean menos que ellos.

* no-futboleros abstenerse, o consultar: http://www.elfutbolin.com/diccionario-de-futbol/carrilero Otra opción es preguntarle a cualquier argentino que tengan cerca, pero la respuesta puede durar entre cinco minutos y ocho horas.