24 de marzo de 2010

El imperio de lo urgente

Con más frecuencia de lo deseable o aconsejable, en el imperio de lo urgente perdemos el tiempo necesario para dedicarnos a lo importante.

En la lucha contra las vanidades, propias y ajenas, y en la búsqueda de la salida del laberinto de cuestiones coyunturales vacías, se diluye habitualmente la energía que deberíamos asignar a lograr nuestras verdaderas prioridades.

Muy seguido pasan los días en los que vamos a máxima velocidad, sin un agente de tránsito que nos detenga para multarnos por no bajar el ritmo.

Y, además, nos olvidamos que es mejor andar livianos. Entonces, cometemos el error de tender a llevar una carga mayor a que la que deberíamos.

Por eso, de vez en cuando es fundamental poner el freno.

Pisar la pelota.

Detener el juego.

Llámenle cómo quieran... el concepto es detenerse. Mirarse al espejo. Considerar si el reflejo que nos devuelve es el de la persona que quisimos ser. Que queremos ser.

Creo que a todos nos llega el momento de preguntarnos qué pasó con aquel idealista de décadas atrás. Con nuestros sueños. Con nuestros preceptos. Con nuestros proyectos.

¿En qué nos hemos convertido?, suele ser la pregunta.

Es el momento, entonces, de volver a la página en blanco.

Fijar las nuevas prioridades.

Para que lo importante termine de una vez por todas con el imperio de lo urgente.