10 de abril de 2009

Cinco minutos

Uno a veces piensa cada cosa… ocupa la mente en asuntos de todo tipo: de los intrascendentes y desagradables a los importantes y divertidos, pasando por todos los matices que puedan existir.

En muchos lados está escrito, por pensadores, filósofos e improvisados (como yo), que la mente es un jardín al que tenemos que cultivar, porque si le damos solamente pensamientos negativos se marchita y nos convierte en ese tipo de ser protestón y enojado que anda con esa actitud que hoy suele llamarse “tóxica”, según la moda de los libros de aeropuerto.

¿Cómo podemos hacer para darle alguito de lo mejor a nuestra mente?

Algunos sugieren la meditación, otros la fe, la poesía, el deporte, la familia, los afectos, y la lista sigue…

Yo les propongo una idea complementaria que, al menos hasta el momento, no leí en otro lado.

Se trata de jugar un rato a la máquina del tiempo. Específicamente, cinco minutos.

El concepto es así: imaginemos que podemos revivir cinco minutos de nuestra vida. Tenemos una sola oportunidad. Luego, volvemos al presente.

Para elegir hay que tener mucho cuidado, porque en realidad es una sola posibilidad de volver a experimentar exactamente lo mismo que sucedió en el pasado, por cinco minutos.

Esto, que en el cine se denomina “flash back”, en la vida real no existe, salvo que utilicemos todo el poder y la libertad de nuestra mente.

Para elegir esos cinco minutos tendremos que hacer un repaso de varios momentos en nuestra vida que podrían calificar para esa oportunidad única de volver a ser vividos.

Esos momentos que reviviremos con nuestra mente deberían ser los que más nos marcaron, nos divirtieron, nos impactaron. La lógica es tratar de identificar los más alegres y felices (ya sé, a muchos se les ocurrirán muchos momentos negativos, pero bueno, hay que tamizarlos).

En este proceso, queridos amigos, seguramente nos conectaremos con aquellos que fuimos, quienes realmente somos o siempre hemos querido ser. En definitiva, estaremos regando un poquito nuestra mente, para que se divierta un rato y sea más positiva.

Les advierto: cuando terminen el proceso de selección pueden sentir un sabor agridulce.

La nostalgia está permitida, pero les recomiendo usar la energía que les deje el proceso de repasar los recuerdos para empezar a vivir otros segmentos de cinco minutos que merezcan ser vividos dos veces.

Si empiezan ya, bien concentrados, se pueden dedicar a disfrutar el doble cada uno de los minutos felices que hay por delante, aunque sepan que no los van a tener nunca más tan pronto pasen.

Con este juego de los cinco minutos quizá podamos, todos, lograr varios efectos mágicos: mejorar nuestro jardín mental y usar el pasado para ser más felices, incrementar el disfrute de lo positivo y duplicar artificialmente el tiempo que nos queda.