20 de noviembre de 2009

Tiempos

Algunos andan apurados y quieren adelantar el futuro. Que el mañana sea hoy, llegar cuanto antes allí, aunque no sepan bien de que se trata.

En los niños se puede entender. Todavía no saben que el tiempo pasado se pierde y no se recupera jamás. En los adultos es una necedad, una imprudencia o, al menos, una impaciencia imperdonable.

Otros andan siempre en el pasado. Reviven la historia, las anécdotas, los laureles conseguidos. Piensan en lo que pudo ser y no fue, cómo habría afectado lo que hoy es y podría haber sido de otra forma. El penal mal pateado. La elección o prioridad equivocada. La palabra callada, o la que sobró.

En los niños no se da con frecuencia, salvo que se trate de promesas no honradas de los padres. En los adultos, en cambio, la nostalgia, el rencor y otros sentimientos agridulces se empecinan y confabulan para traer el ayer al hoy. Una y otra vez.

Los más sabios saben que el presente es la única realidad absoluta. No traiciona con promesas para el futuro ni recuerdos del pasado.

La única garantía de felicidad está en el momento actual. La energía existente probablemente no esté mañana, o quizas en minutos.

Todavía a la vida no le han encontrado el manual o el control remoto. Entonces, hay que olvidarse del "rewind" y del "fast forward".

La única opción es disfrutar el momento del "play", aprovechar totalmente el recorrido, sabiendo que si bien no podemos alterar los tiempos, indefectiblemente el "stop" llegará en algún momento en el que el futuro sea presente, y juntos desaparezcan para siempre.

10 de noviembre de 2009

Uno de fútbol: gol de media cancha

A la mayoría de los poquísimos lectores que siguen Juego de Palabras no les interesa en lo más mínimo el fútbol.

Es más, creo que ni juntando a todos los que alguna vez leyeron este blog llegamos a hacer un partido de fútbol 5. Con suerte nos alcanza para un metegol.

Como intento no defraudar a la gente, y además falta tan poco para el mundial, ha llegado la hora de que los comentarios o relatos sobre fútbol tengan su propio espacio.

No los voy a distraer, pero cuando haya algo nuevo les voy a avisar.

Entonces, lean si quieren algo sobre la redonda en el texto que se llama "Gol de media cancha", que pueden encontrar en este link: http://jugardediez.blogspot.com/2009/11/gol-de-media-cancha.html

Avivados

Muchos lo dicen, porque lo saben muy bien: en la vida todo va y todo vuelve.

Los que andan tirando mala onda por ahí se olvidan que en realidad cada vez que hacen algo en detrimento de otros están lanzando un boomerang.

A veces vuelve más rápido, otras más lentamente, pero siempre en algún momento vuelve. Y al desatento que lo envió, si se distrae, le da por la cabeza.

Buscar atajos permanentemente es como jugar con las banditas elásticas que sirven para sujetar papeles. De tanto jugar de pronto sale al revés y te da en el ojo.

El que anda siempre bien, por la buena senda, buscando lo mejor para todos o al menos sin perjudicar a nadie, quizá se “pierda” algunas ventajas coyunturales o ganancias oportunistas, pero en el largo plazo siempre gana.

Parece mentira o increíble. Todo lo anterior es parte de la sabiduría popular. Así y todo, hay muchos que lo ignoran, o se hacen los distraídos.

Ojalá que se den cuenta, y se aviven que ser avivados no es la mejor forma de andar por la vida.

3 de noviembre de 2009

Cenizas (distinto, pero más de lo mismo)

Son el rastro inequívoco del fuego que alguna vez ardió.

El pasado de un recuerdo que incuba nostalgia.

El futuro de las brasas que asarán el alimento más popular del Río de la Plata.

El destino elegido de un amigo, que decidió confundirse con ellas en el mismo río, convertido ahora en cuna de plata.

Son, también, la condición para que el ave Fénix reaparezca con todo su esplendor.

Todo vuelve a suceder, una y otra vez.

En miles de lugares distintos.

En civilizaciones diferentes.

En momentos históricos separados por períodos eternos para el individuo pero efímeros para el universo.

Las cenizas saben que son el mañana de una llama y el pasado del renacimiento.

Desafían a la lluvia.

Se hermanan con el viento.

Son una breve ausencia de vida.

Pero le hacen caso al poema y no se dan por vencidas ni aún vencidas.

Marcan el inicio de la presencia repetida del ave que vuelve a tomar forma.

Hace mil años.

Hoy.

En millones de años.

Una y otra vez dicen aquí estoy.

Aquí hubo algo.

Y volverá a resurgir.