25 de noviembre de 2008

Por qué vivimos donde vivimos

Algunos viven toda la vida en el mismo lugar.

Otros son trotamundos: nómades que cambian de barrio, ciudad, país o continente.

Para los primeros, vivir en otro lado puede ser una ilusión incumplida, o simplemente algo que ni se les ocurriría.

Para los segundos, vivir sin cambios de locación puede ser un sueño, una expectativa de tranquilidad. O puede resultar un encierro.

¿Por qué una persona o una familia viven en un determinado lugar y no en otro? Las razones pueden ser varias. Estas son algunas:

Porque nacieron ahí.

Porque nunca quisieron ir a otro lado.

Porque fueron a otro lado, y se dieron cuenta que tenían que volver.

Porque quisieron ir a otro lado y no se animaron, y se preguntarán cada día cómo habría sido si se hubieran ido.

Porque su familia vive ahí.

Porque se les ocurrió ir a probar suerte.

Porque algún pariente o amigo fue primero y les dijo que era espectacular.

Porque fueron a la escuela o la universidad ahí y se quedaron.

Porque consiguieron un trabajo ahí.

Porque no se les ocurrió ir a otro lado.

Porque les dijeron que había muchas más oportunidades ahí.

Por el clima.

Por la gente.

Porque las cosas se dieron así.

Porque “no les queda otra”.

Porque conocieron a alguien que es de ahí y resultó ser el amor de su vida.

(...)

Independientemente de cuál sea la razón, es importante saberla, identificarla, entenderla.

Además, de tanto en tanto hay que rehacerse la pregunta, para asegurarnos de tener una razón. Es una forma de recuperar la libertad… de elección.

¿Y vos, que estás leyendo esto? ¿En dónde vivís? ¿Y por qué?

23 de noviembre de 2008

La globalización del ridículo

La comunicación moderna nos permite identificar, proyectar y compartir información a una velocidad impresionante. Pero cuando colgamos de la nada digital nuestros puntos de vista, fotos, comentarios u otros datos, también nos exponemos a quedar en ridículo ante todo el mundo.

Además de este comentario en este blog, que prueba la veracidad del párrafo anterior, podemos recurrir a la exploración de espacios digitales públicos restringidos, como las redes sociales, o de espacios totalmente abiertos, como foros de discusión, sitios web y blogs, para constatar que lo dicho es cierto.

Con mucha frecuencia las personas activas en el mundo digital cruzan la barrera de la lógica, para caer en la sobreexposición, el exhibicionismo y el ridículo.

Suelen olvidar el tremendo impacto y alcance de lo que uno dice y hace, que se multiplica con la facilidad de propagación de datos que los medios digitales entregan a cualquier bit puesto en la web.

Mi recomendación para los extremistas, jugados, arriesgados, excéntricos y chistosos que ponen información y comentarios en Internet es hacer el siguiente ejercicio: pensar que eso mismo que están diciendo está escrito en una hoja que se pegan en el pecho y en la espalda, e imaginar que salen a caminar por el centro.

Si luego de visualizar esa manera de exponer lo que dicen siguen pensando que vale la pena decirlo, entonces está bien, procedan. Caso contrario, borren el contenido, o envíenlo a sólo algunos conocidos por email.

Ahora me van a perdonar, pero debo irme a imprimir esto y ver cómo me queda.

Será, creo, una impresión eterna, o una potencial multiplicación hasta el infinito de una impresión del futuro. Porque si finalmente esto queda publicado en mi blog, quien alguna vez lo lea reactivará mi búsqueda de verificación en la impresora. La hará repetirse una vez más. Logrará convertir en un nuevo presente algo que lee sobre el futuro, pero que en realidad ya ha pasado.

Lo dicho: es fácil quedar en ridículo ante la aldea global. Ayer, hoy y mañana.