16 de noviembre de 2010

Expectativas y logros

En el imperio de la avaricia, lo bueno, bonito y barato es ponderado como lo ideal.

En el reino de la abundancia los excesos hierven hasta derramarse.

En el andén del conformismo y la complacencia, quizá nos podamos sentir bien con lo bueno, aunque sea feito y carito.

Y, en algunos casos, hasta lo que es regular -incluso en el borde de lo malo- puede servirnos para lograr lo que esperamos o necesitamos.

El eterno debate entro lo ideal y lo posible tiene múltiples matices según la actitud y la forma de ser de cada persona.

Creo que hay algo claro en la discusión: si en la búsqueda de lo óptimo nos negamos a reconocer los avances obtenidos, perderemos la capacidad de alegrarnos por lo que es posible conseguir.

Si podemos bajar al menos levemente la expectativa de lo que consideramos ideal, la exigencia será más liviana, y la felicidad más frecuente.

Entonces, una fórmula a considerar es buscar siempre lo mejor, pero sin enloquecerse con objetivos inalcanzables, mantener la capacidad de apreciar los logros y, también, valorar el recorrido, más allá de los obstáculos o tropiezos en el camino.

En esa búsqueda, unos minutos pueden ser una vida; un abrazo, la convivencia; unas palabras, El Quijote de la Mancha; unos últimos instantes, un recuerdo para siempre; un estribillo, la canción más maravillosa; unas gotitas de agua o de vino, la diferencia entre el vaso medio vacío y el corazón medio lleno.

Nos vemos en el prôximo instante. En un reencuentro. Con expectativas bajas, para superarlas nuevamente.

5 de octubre de 2010

Cuestión de tiempo

El tiempo pasa y nos empecinamos en perderlo.

Cuando lo busquemos ya se habrá ido. Quizás nosotros también.

A veces queremos acelerarlo. Luego crecemos y deseamos que se vuelva más lento.

Las alegrías son fugaces. Las amarguras persistentes, los regresos mucho más rápidos que los caminos de ida.

Objetivamente el tiempo es siempre igual e inobjetable.

En lo subjetivo, el velocímetro se ajusta con los sentimientos y sensaciones: la felicidad acelera. De lo otro mejor no hablar ni escribir.

Los novelistas y poetas insisten en que el tiempo se detiene. Pero bueno, tienen licencia para soñar. El resto del mundo tiene que laburar y, veinte años más tarde, comprobar que el tango tenía razón sobre las dos décadas y la nada.

Mientras, muchos esperamos "algún día" para hacer algo que postergamos con frecuencia.

Lo archivamos para el futuro, que no existe nada más que en nuestra mente e ilusiones.

El pasado fue pisado y es reescrito por la memoria, caprichosa en recordar las situaciones como quiere. Hasta que ya no encuentra nada.

El presente es lo único que tenemos. Y a cada rato se va.

Entonces, hay que apurarse y tomar las decisiones importantes.

Fijar las prioridades.

Aplicar la eficiencia para hacer las cosas que no nos gustan o no nos convencen demasiado.

Y, así, dejarnos la libertad de “perder el tiempo” en lo que realmente nos hace felices, con quienes queremos compartir la vida, o tratando de encontrar eso que nos hace sentir bien.

29 de agosto de 2010

La gente y sus líos

Hay quienes siempre andan en líos.

Los arman.

Los buscan.

Los reciben.

Los heredan.

Los comparten.

Los esquivan.

Los enfrentan.

Los transfieren.

Los agrandan.

Los esconden.

Los niegan.

Los minimizan.

Los sufren.

Los analizan.

Los ignoran.

Los transforman.

Los disfrutan.

Y algunos pocos, los resuelven, los encausan o los reducen.

Empecemos a pensar qué haremos con el próximo, antes que se venga encima.

6 de agosto de 2010

Situaciones extremas

Aún sin haber pisado nunca un cuadrilátero, ni jamás haber estado cerca de uno, podemos saber lo que es estar contra las cuerdas.

No hace falta tener experiencia directa como zaguero para entender la importancia de tirar la pelota a córner en situaciones extremas.

Hollywood nos ha enseñado con cientos de películas lo que es estar touché en esgrima.

Comprendemos lo que significa que falte poco y que tenga la pelota el que nos puede clavar un triple que defina el partido, siendo responsables por la marca.

A veces podemos sentirnos así, caminando en una cuerda floja, a 20 metros de altura, sin red, con una pierna que empieza a picar y la otra a temblar por el peso de las circunstancias.

Frente a frente con un gran desafío.

De cara a la desagradable sensación de que nos pueden meter un golazo. Que podemos perder un partido, un clásico, el honor.

La humillación como una posibilidad inmediata, que requiere de una acción heroica, espectacular, sobrehumana e impostergable.

Es ahora o nunca. Y la cosa está fea.

En esos casos, hay quienes recurren a lo que algunos llaman el “fuero íntimo”, la energía sagrada, el orgullo que está guardado en algún lugar del cuerpo. Se la juegan toda con amor propio.

Algunos buscan ayuda metafísica en el creador, en la energía cósmica, en los duendes, lo que sea... el apoyo viene de afuera, no de adentro.

Otros actuarán con frialdad, como si fuera una situación normal y habitual. Que pase lo que tenga que pasar. Rápido. Después vemos.

Varios no tendrán problema, ya que pensarán a quién echarles la culpa por lo sucedido si les va mal. Ya el asunto no es personal, un escudo protector les saca el problema para que sea de otro.

El miedo puede paralizar a varios, que con cara de “me quiero ir con mi mamá” tendrán una necesidad urgente e imperiosa de que el desafío termine para ir corriendo, con ganas de llorar, a que los proteja la única persona que puede entenderlos y perdonarles todo.

¿Y vos, de qué lado estás? ¿Y Usted, cómo es en estos casos?

25 de julio de 2010

Dejar el pasado en el pasado

El pasado tiene presencia, vigencia, influencia y relevancia diferentes para distintas personas.

Algunas se aferran al pasado para no perder la gloria, para no tomar riesgos.

Otras se abrazan al rencor y se congelan en malos recuerdos en lugar de apreciar o buscar el progreso.

Algunas lo rememoran para encontrar las piedras con las que tropezaron y evitar cometer los mismos errores. Aprender de lo sucedido para ser mejores.

Otras revisan la historia para encontrar en ella todo tipo de explicaciones sobre lo que acontece hoy, tanto lo bueno como lo malo. Para estas, las causas, las culpas y las responsabilidades están siempre atrás.

Definitivamente puede haber muchas más actitudes hacia el pasado, que puede también haber tratado de muchas maneras al que lea este texto.

La que más me preocupa es la que tira un ancla negativa en el ayer.

Hay que archivar las broncas y la nostalgia del tiempo pasado y darle lugar a la idea de recomenzar que dicta el refrán "a lo pasado, pisado".

Recordar lo necesario para entender y mejorar, pero lo mínimo indispensable, solamente, para dejar el pasado en el pasado

Para que la mirada esté puesta adelante y no en el espejo retrovisor.

Para dejar atrás esas energías oscuras del ayer, vivir el presente en positivo y lograr un futuro mejor.

19 de mayo de 2010

Objetivos y energía

Por un lado, están los que planifican todo el tiempo.


Se fijan objetivos, piensan cómo harán cada cosa.

Con frialdad, definen cada paso a seguir.

Por otro lado, los que van por el mundo flotando entre los sucesos.

Que los lleve el viento a dónde quiera. Que la energía cósmica los direccione.

Con frescura, dan el paso que la intuición, o simplemente el mismo camino, le marcan.

Los dos extremos.

El primero, con todo lo necesario para acertar y sentirse que el mundo es suyo. O para fallar en el logro del objetivo y optar entre lamentarse o empezar de nuevo.

El segundo, con la posibilidad de sentir que el mundo le deja ser lo que es y que si no es de otra forma es porque no debería ser. Aceptar lo que logre, porque todo lo que pase estará bien.

Entre ambas formas de pensar, miles de grises y un abismo inconmensurable.

La razón, la obsesión, el estrés, la pasión, la sabiduría, la tranquilidad y la paciencia. Todas mezcladas y esparcidas en los dos polos de las actitudes hacia vida.

Sentirnos los dueños de nuestro propio destino. O conscientes de que el destino no existe y que solamente sucede que todo se acomoda como es debido.

Linda tarea la que tenemos de definir de qué lado queremos estar.

Y de pensar si debemos permanecer en ese extremo en todos los órdenes de la vida.

Por las dudas, debemos evitar la decisión fácil y pragmática de "diversificar el riesgo" y guiarnos un poquito por cada polo.

Mejor definirse y meter todas las fichas en un solo lado. Tomar la decisión y apostar todo por la idea o la razón que guíe nuestras actitudes, conductas y comportamientos.

Así nos enseña Hollywood... al fin y al cabo en las películas el personaje que generalmente atrae más al espectador es el que se juega por sus ideales, que no escatima esfuerzos para ser quien quiere ser, y el que está dispuesto a perderlo todo por un sueño.

Una pena que en la vida no podamos hacer como en los DVD... aquello de poner diferentes finales para la película, ni podamos guardar o borrar las escenas que no nos gusten.

Entonces, la consigna es clara: no debemos caer en la indefinición, en el valle de lo gris, y definirnos de qué lado estamos.

10 de abril de 2010

Ser y parecer

Nos puede tomar toda la vida darnos cuenta quienes somos o queremos ser.

En el proceso de despertar o acercarnos al ideal, a veces parecemos -deliberadamente, o por error u omisión- lo que somos parcialmente, o lo que otros esperan que seamos y en realidad no somos.

En este camino confuso pueden pasar situaciones muy curiosas.

Lo auténtico puede resultarle a otros solamente una apariencia.

O el personaje puede volverse tan fuerte que eclipsa la identidad del actor.

La identidad y la imagen se mezclan, entonces el fondo y la forma se vuelven difíciles de diferenciar.

Si pasa esto último debemos ver donde está el marco del cuadro. Apreciar el contexto para reforzar o recuperar la capacidad de darnos cuenta si estamos en la tela pintada o la estamos observando.

Con suerte, decisión y firmeza, podemos lograr el privilegio de la victoria del ser sobre el parecer, y aseguramos de tener el pincel en la mano y decidir qué color, forma y estilo tiene y tendrá nuestra propia vida.

24 de marzo de 2010

El imperio de lo urgente

Con más frecuencia de lo deseable o aconsejable, en el imperio de lo urgente perdemos el tiempo necesario para dedicarnos a lo importante.

En la lucha contra las vanidades, propias y ajenas, y en la búsqueda de la salida del laberinto de cuestiones coyunturales vacías, se diluye habitualmente la energía que deberíamos asignar a lograr nuestras verdaderas prioridades.

Muy seguido pasan los días en los que vamos a máxima velocidad, sin un agente de tránsito que nos detenga para multarnos por no bajar el ritmo.

Y, además, nos olvidamos que es mejor andar livianos. Entonces, cometemos el error de tender a llevar una carga mayor a que la que deberíamos.

Por eso, de vez en cuando es fundamental poner el freno.

Pisar la pelota.

Detener el juego.

Llámenle cómo quieran... el concepto es detenerse. Mirarse al espejo. Considerar si el reflejo que nos devuelve es el de la persona que quisimos ser. Que queremos ser.

Creo que a todos nos llega el momento de preguntarnos qué pasó con aquel idealista de décadas atrás. Con nuestros sueños. Con nuestros preceptos. Con nuestros proyectos.

¿En qué nos hemos convertido?, suele ser la pregunta.

Es el momento, entonces, de volver a la página en blanco.

Fijar las nuevas prioridades.

Para que lo importante termine de una vez por todas con el imperio de lo urgente.

16 de febrero de 2010

Los aviones y la vida misma

La vida es, en cierta forma, como un viaje en avión.

El recorrido puede ser variado, pero sabemos que tarde o temprano, bien o mal, termina.

A veces nos tratan como si viajáramos en ejecutiva, en ocasiones estamos apretados como en turista. Incluso, también nos puede tocar el rol de trabajar para quienes están viajando.

Hay momentos de turbulencia. Podemos también andar con calma parte del trayecto.

A veces nos sentimos que vamos en ascenso. Pero también solemos experimentar la descompresión del descenso. Ambos pueden ser bruscos o suaves.

En algunos momentos podemos sentir que nos vamos en picada. Esos segundos son, en nuestra mente y cuerpo, eternos... Sólo nos queda esperar que entre el piloto, la máquina, lo sobrenatural y la suerte logren recuperar el rumbo.

El viaje siempre parece más largo y difícil de lo que es, sobre todo al inicio... Y cuando está por llegar al final nos damos cuenta de su brevedad. Cualquiera que haya hablado alguna vez con alguien consciente de estar cerca de la despedida ha experimentado, de primera mano, esta verdad.

Generalmente no vamos solos, sino acompañados. Si tenemos suerte, compartimos el viaje y la vida con quienes queremos hacerlo. Pero también debemos aceptar los momentos en que nos corresponden otras compañías, desconocidas o no preferidas.

Podemos ir en un avión en el que no nos falte alimento... O viajar (y vivir) con lo justo.

Entre todas las dudas que son parte de mi patrimonio, me queda la del equipaje.

Los egipcios dejaban en la antigüedad víveres para que las momias se los llevaran del otro lado. Nosotros, ¿debemos tener alguna "valija" para nuestro viaje?

Comentario final: Juego de Palabras les agradece que hayan elegido viajar con nosotros en este blog el día de hoy. Sabemos que hay muchas opciones y valoramos su elección. Es una pena que no paguen por leer pero no importa, entre el capitalismo y Murdoch le encontarán la vuelta al asunto. Y quizá, paradójicamente, nos podamos subir al tren de los que cobran por contenidos. Volviendo al tema, esperamos verlos pronto de nuevo con nosotros.

8 de febrero de 2010

Extremos

Hay que decirle no al calentamiento global, para evitar calentarse por todo.

Pero hay que evitar el enfriamento total… porque solamente con calor hay vida y, claro, espíritu para salir adelante.

Debemos reciclarnos permanentemente, para no terminar en la basura.

Pero, a veces, antes que reciclar hay que reusar. Y, también, evitar usar lo que no es necesario.

Hay que recordar que todo gira como en la vuelta al mundo, mientras el mundo da vueltas y algunos quedan patas para arriba.

Algunas veces antes de actuar es mejor dar una vuelta para ver qué pasa. Otras veces, es preferible esperar mientras otros son los que se marean.

La moderación en general está bien, pero los que ganan o pierden son los que se juegan por algo, o por alguien.

A los grises que siempre se quedan en veremos, al final, no los ve ni recuerda casi nadie.

Entonces, si bien en términos generales la guía es evitar los extremos, en particular la recomendación es que, alguna vez, en el momento propicio, juguemos las fichas que nos quedan.

Es muy probable que allá, del otro lado, no las reciban.