27 de marzo de 2008

Geometría


Están los que siempre le buscan la cuadratura al círculo.


Algunos se hacen los distraídos, y se van por la tangente.


Están los que se las dan de rectos, pero en realidad merecen puntos suspensivos.


Algunos se viven perdiendo en las curvas, aunque disimulen mantener la línea.


Están los que intentan con frecuencia la vía paralela, pero los pescan y los sacan de la hoja.


Algunos andan siempre merodeando el área, pero no se animan a entrar en el radio de acción.


Otros, en cambio, aunque no los llamen se meten en la superficie ajena.


Están los que quieren la perfección y la energía de las pirámides.


Otros, muy distintos, encuentran la paz o la diversión en las formas libres.


Están los que viven como si fuera necesario estar a las trompadas en un cuadrilátero todo el tiempo.


Y hay otros que son más medidos, obtusos, inmersos en su cono de silencio.


Por mi parte, les recomiendo recordar que en muchas ocasiones es prudente quedarse solamente por el perímetro... no vaya a ser que no demos el grado.

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Vean más imágenes del período cubista de Pablo Picasso haciendo click aquí: imágenes cubistas de Picasso

22 de marzo de 2008

Momentos

Reiteradamente el destino, las circunstancias, o aquel ente metafísico en el que creemos nos colocan en situaciones que nos hacen recordar que la vida no es más que una efímera sucesión de momentos.

En esas instancias reconocemos, y nos prometemos recordar, que hay que disfrutar todos y cada uno de los instantes de nuestra vida. Cada segundo que pasa se va y no vuelve más, entonces hay que disfrutarlo durante su existencia que es, al mismo tiempo, un proceso de partida. Como la nuestra, a decir verdad.

A todos nos ha pasado: hemos recibido uno de esos llamados de atención. Al que todavía no le llegó, tarde o temprano le tocará.

Lo curioso es que por algún motivo tendemos a olvidarnos pronto de esos pensamientos, y lo que es peor, de llevar a cabo lo que prometimos.

Son pocos los que realmente hacen del disfrute de cada instante un verdadero culto.

Los que formamos parte de la mayoría caemos en la rutina y en la trampa de olvidar lo importante y de dejarnos llevar por las incomodidades cotidianas.

Entonces surgen los enojos, las impaciencias, las pequeñas broncas del día a día, que empañan algunos instantes que –nos olvidamos– son únicos y, por lo tanto, deberían aprovecharse bien.

¿Será que queremos actuar como si fuéramos realmente dueños de nuestro propio destino, o como si no nos importara?

Dicen algunos que son dos los motores posibles para nuestro comportamiento: la razón o el co-razón, entendido como motivos que nos empujan a hacer algo por pasión, por sentimientos, ilusiones.

Evidentemente, la razón no debe ser la que nos desvíe de nuestro camino de felicidad acumulada gota a gota. Sería irracional.

Debe haber, entonces, algún motivo oculto.

Creer que le venceremos al tiempo o al reloj, o simplemente negar su existencia, como quien mira para otro lado cuando hay un problema.

Vaya uno a saber.

Cualquiera sea el caso, aprovecho esta oportunidad y, ya que llegaste a leer hasta acá, te invito a que te concentres en buscar, promover y sentir felicidad. No mañana, ni pasado mañana, ni el fin de semana, ni a futuro.

Te invito a que lo hagas siempre.

Y te convoco a que empieces en este momento.

Andá ya mismo a mirarte en un espejo y dar gracias por estar aquí. Y luego, rapidito, a darle un beso o un abrazo a un ser querido.

Si estás solo en este momento, levantá el teléfono y llamás a esa persona ya mismo. Si no es una posibilidad, por la hora u otro motivo, escribí en este momento una carta, o un email.

Querer a alguien es muy lindo; decírselo y demostrárselo desde los pequeños gestos es una de las formas más hermosas de disfrutar de la vida.

Aprovechá esta oportunidad, y cada una de las que te toque vivir.

Y hacélo desde ahora porque esos momentos pasan rápido, y no vuelven más. Como los párrafos anteriores.

14 de marzo de 2008

Espacios

Hay gente que vive permanentemente buscando su propio espacio.

Están los que se empecinan en ocupar los espacios ajenos. Asfixian, empujan, apretujan para arrebatar un espacio. A veces lo hacen sin saber por qué. Pero en general se trata de una adicción para quienes no toleran que el otro pueda disfrutar de su espacio.

Hay algunos que se interesan solamente por encontrar un espacio ideal, que no existe.

Están los que han sido objeto de la lacerante frase: “por ahora necesito mi propio espacio” (¿Quién puede decir que no la ha dicho, también, en algún momento, de esta forma o con algún sinónimo?)

Hay muchos que calientan la silla, ocupan un espacio porque sí, porque están ahí. Podrían estar en otros lados, o no estar en ninguno, y probablemente sería lo mismo.

Están los que, paradójicamente, no están, porque andan por el espacio exterior, por la estratósfera, con los pies bien lejos de la tierra.

Hay quienes no tienen un espacio propio, están un ratito en cada lado. Quizá no tienen mayores pretensiones; y si las tienen no importa, aguantan así, de aquí para allá y de allí para otro lado.

Están los que parecen tener el don de la ubicuidad, porque parece que están en varios espacios al mismo tiempo.

Hay quienes construyen espacios de diálogo, se empecinan en promover la magia de la comunicación. Crean espacios para convocar, compartir, disfrutar en grupo.

Están los que se encierran, ocupando un espacio en silencio; cuidan su espacio e inflan la burbuja que los protege.

Hay quienes prefieren un espacio para la reflexión, para los momentos y los templos personales.

Están los que desde su espacio brillan. Son una estrella en lo suyo.

Hay quienes nacieron para estar en el espacio de la primera fila, para no perderse detalle.

Están los del espacio del fondo, que desde allí atrás pueden vigilar y criticar, en voz baja y socarrona.

Hay quienes alegran los espacios sólo con su presencia. Y están los otros, de los cuales mejor ni hablar, ni escribir.

Usted, que está leyendo, ¿en qué espacio está?

Yo aquí, terminando este pedacito de espacio virtual.

Gracias por venir, lo espero pronto de nuevo.

Pase sin golpear, la puerta está abierta, y le dejo un lugarcito.

6 de marzo de 2008

Velocidad

En la mayor parte del mundo se vive a máxima velocidad.


La minoría quizá esté en el Tibet, y en algunas ciudades y pueblos que, sin saberlo, viven al ritmo de la filosofía de las ciudades lentas.


Por su parte, las autodenominadas ciudades lentas quizás estén tan apuradas en ser fieles al rótulo que se contradicen.


Es por ello que, salvo en contadas excepciones, una de las principales características de la vida moderna es el vértigo y la pasión por la rapidez.


Algunos pueden echarle la culpa al capitalismo rampante, y decir que el apetito a conseguir y acumular siempre “más”, puso tan de moda la fiebre glotona que el “más” se le pegó también a la velocidad, para convertirse en “más rápido”.


¿Quién querría algo lento?

Solamente aquellos que se preocupan en perder precisión o calidad por culpa de la velocidad.


O quienes piensan que el trayecto es más importante que el destino y prefieren disfrutar de la travesía.


También están los que saben que las soluciones rápidas no siempre funcionan, porque tienen claro que, para algunos temas, el ritmo cadencioso y el paso del tiempo superan en importancia a la velocidad.


La reflexión, también requiere de tiempo. Por cada idea genial que de tanto en tanto aparece, hay millones de pensamientos, planteamientos, argumentaciones.

Por eso, aunque la mayoría crea que la velocidad es importante, yo considero que hay que tomar con-ciencia, que quizá la única ciencia es la pa-ciencia.

Como decían algunos en las sierras cordobesas, “despacito por las piedras” para no tropezarse en el río, o “si estás apurado, andá despacio”.

Si Usted llegó hasta esta frase, está salvado, o al menos está a tiempo: significa que puede tomarse un minuto para leer algo que no le produzca ningún efecto positivo inmediato, rápidamente.

Aunque le advierto, tampoco logrará con este texto ese tipo de efecto a largo plazo.

Así que, por favor, ¡vuelva rápido a lo que estaba haciendo!