22 de marzo de 2008

Momentos

Reiteradamente el destino, las circunstancias, o aquel ente metafísico en el que creemos nos colocan en situaciones que nos hacen recordar que la vida no es más que una efímera sucesión de momentos.

En esas instancias reconocemos, y nos prometemos recordar, que hay que disfrutar todos y cada uno de los instantes de nuestra vida. Cada segundo que pasa se va y no vuelve más, entonces hay que disfrutarlo durante su existencia que es, al mismo tiempo, un proceso de partida. Como la nuestra, a decir verdad.

A todos nos ha pasado: hemos recibido uno de esos llamados de atención. Al que todavía no le llegó, tarde o temprano le tocará.

Lo curioso es que por algún motivo tendemos a olvidarnos pronto de esos pensamientos, y lo que es peor, de llevar a cabo lo que prometimos.

Son pocos los que realmente hacen del disfrute de cada instante un verdadero culto.

Los que formamos parte de la mayoría caemos en la rutina y en la trampa de olvidar lo importante y de dejarnos llevar por las incomodidades cotidianas.

Entonces surgen los enojos, las impaciencias, las pequeñas broncas del día a día, que empañan algunos instantes que –nos olvidamos– son únicos y, por lo tanto, deberían aprovecharse bien.

¿Será que queremos actuar como si fuéramos realmente dueños de nuestro propio destino, o como si no nos importara?

Dicen algunos que son dos los motores posibles para nuestro comportamiento: la razón o el co-razón, entendido como motivos que nos empujan a hacer algo por pasión, por sentimientos, ilusiones.

Evidentemente, la razón no debe ser la que nos desvíe de nuestro camino de felicidad acumulada gota a gota. Sería irracional.

Debe haber, entonces, algún motivo oculto.

Creer que le venceremos al tiempo o al reloj, o simplemente negar su existencia, como quien mira para otro lado cuando hay un problema.

Vaya uno a saber.

Cualquiera sea el caso, aprovecho esta oportunidad y, ya que llegaste a leer hasta acá, te invito a que te concentres en buscar, promover y sentir felicidad. No mañana, ni pasado mañana, ni el fin de semana, ni a futuro.

Te invito a que lo hagas siempre.

Y te convoco a que empieces en este momento.

Andá ya mismo a mirarte en un espejo y dar gracias por estar aquí. Y luego, rapidito, a darle un beso o un abrazo a un ser querido.

Si estás solo en este momento, levantá el teléfono y llamás a esa persona ya mismo. Si no es una posibilidad, por la hora u otro motivo, escribí en este momento una carta, o un email.

Querer a alguien es muy lindo; decírselo y demostrárselo desde los pequeños gestos es una de las formas más hermosas de disfrutar de la vida.

Aprovechá esta oportunidad, y cada una de las que te toque vivir.

Y hacélo desde ahora porque esos momentos pasan rápido, y no vuelven más. Como los párrafos anteriores.

1 comentario:

Paula dijo...

Hermosa reflexión, muy tierna sin ser cursi, por supuesto. Podría ir ahora a darle un beso a mi media naranja, pero como se afeitó demasiado anoche no lo reconozco y sería como besar a un extraño. Entonces voy a esperar el momento justo, aunque podría aprovechar este instante para hacerlo.
Y espero que la sumatoria de momentos de tu pie malherido esté llegando a su fin y que el dolor quede en el recuerdo de las experiencias desagradables!