6 de marzo de 2008

Velocidad

En la mayor parte del mundo se vive a máxima velocidad.


La minoría quizá esté en el Tibet, y en algunas ciudades y pueblos que, sin saberlo, viven al ritmo de la filosofía de las ciudades lentas.


Por su parte, las autodenominadas ciudades lentas quizás estén tan apuradas en ser fieles al rótulo que se contradicen.


Es por ello que, salvo en contadas excepciones, una de las principales características de la vida moderna es el vértigo y la pasión por la rapidez.


Algunos pueden echarle la culpa al capitalismo rampante, y decir que el apetito a conseguir y acumular siempre “más”, puso tan de moda la fiebre glotona que el “más” se le pegó también a la velocidad, para convertirse en “más rápido”.


¿Quién querría algo lento?

Solamente aquellos que se preocupan en perder precisión o calidad por culpa de la velocidad.


O quienes piensan que el trayecto es más importante que el destino y prefieren disfrutar de la travesía.


También están los que saben que las soluciones rápidas no siempre funcionan, porque tienen claro que, para algunos temas, el ritmo cadencioso y el paso del tiempo superan en importancia a la velocidad.


La reflexión, también requiere de tiempo. Por cada idea genial que de tanto en tanto aparece, hay millones de pensamientos, planteamientos, argumentaciones.

Por eso, aunque la mayoría crea que la velocidad es importante, yo considero que hay que tomar con-ciencia, que quizá la única ciencia es la pa-ciencia.

Como decían algunos en las sierras cordobesas, “despacito por las piedras” para no tropezarse en el río, o “si estás apurado, andá despacio”.

Si Usted llegó hasta esta frase, está salvado, o al menos está a tiempo: significa que puede tomarse un minuto para leer algo que no le produzca ningún efecto positivo inmediato, rápidamente.

Aunque le advierto, tampoco logrará con este texto ese tipo de efecto a largo plazo.

Así que, por favor, ¡vuelva rápido a lo que estaba haciendo!

No hay comentarios: