29 de diciembre de 2009

El momento justo

Mientras algunos creen que su mejor momento ya pasó, otros lo esperan eternamente.

Quienes son los campeones del "algún día lo haré" no saben que ese día no llega nunca; por el contrario, uno mismo debe salir a buscarlo.

Hay personas que vuelven reiteradamente a lamentarse por lo que hicieron o dejaron de hacer (o lo que le hicieron, o lo que creen que le hicieron) en algún momento que fue presente y hoy es pasado, a veces bastante lejano.

Arruinar un momento presente, propio o ajeno, por algo inmodificable que quedó atrás impide pensar hacia adelante. Estanca. Nos detiene sin sentido en el ayer.

Para esa gente este es el momento justo de cambiar y empezar a construir el futuro.

La vida es demasiado corta para congelarse en el pasado.

Justo ahora lo escribo, en este momento que se esfuma y que solamente será un recuerdo fugaz, que se esconderá bajo miles más, y quizá algún día sea un ratito de presente para alguien, frente a una pantalla, o para mi, cuando algún día participe en el peligroso juego de ver como pensaba cuando todavía no era del todo lo que ahora soy.

Quizá ese día yo mismo me arrepienta de lo que hice en el pasado, y este texto me ayude a salir de la trampa del recuerdo inmovilizador.

20 de diciembre de 2009

Idas y vueltas

Para volver es necesario, primero, haber partido.

Con el regreso podemos confirmar lo que quedó en el lugar de origen, cómo cambiaron ciertas cosas (y personas) y de que manera muchas otras se fueron, con nosotros o después (si es que alguna vez estuvieron).

Generalmente la distancia en el tiempo y el espacio afecta nuestros recuerdos; la memoria destaca las virtudes de los orígenes, salvo en el caso de quienes deben renegar de ellos para validar sus decisiones. Estos últimos son quienes exaltan el registro de lo negativo para convencerse a si mismos que hicieron bien en partir.

Estar de vuelta implica, entonces, refrescar la mente y actualizar nuestras impresiones y sentimientos.

El asunto se complica cuando uno va y vuelve muchas veces y a varios lados, ya que puede llegar a un punto en el que ya no está muy claro si estamos yendo o volviendo.

En medio de la confusión, el redescubrir de dónde somos puede darnos el beneficio del renacimiento.

Lo más probable es que el paladar perciba lo agridulce del entorno.

Lo dulce es que podemos nuevamente ser y sentirnos parte del lugar donde nacimos y la gente con quien crecimos.

Lo agrio: saber que el partir comenzó y se reiniciará con la renuncia -temporal o definitiva- a quedarnos.

En ese proceso de renacimiento podremos iniciar una nueva interpretación del gesto más famoso de ese período de la historia, el de la Gioconda... y especular que ella (o él) quizá no sabía en el balance de un regreso si debía sonreir o no con lo que se encontró al momento de llegar a "su" mundo. Y apretó los labios mientras pensaba si estaba de ida o de vuelta...

16 de diciembre de 2009

Por esto o por lo otro

Llorar por una película.

Reir por un gesto o comentario de un niño.

Pensar por una frase cruel.

Hablar por hablar.

Pasar por las dudas y volver con alguna certeza.

Recordar por una foto.

Filmar por ansias de capturar un minutito de vida.

Extrañar por la falta de su abrazo en la ciudad que no es lo mismo con su ausencia.

Mirar por el espejo retrovisor de la vida mientras vamos por la autopista.

Volar por necesidad de ir y volver lo más rápido posible.

Recorrer por enésima vez los caminos que conocemos de memoria.

Aceptar por fin que hay errores que seguiremos cometiendo.

Conseguir un cambio por perseverancia.

Pensar por qué y para qué, una vez más.

Llamar por las dudas nos necesite.

Recordar por dónde andaban nuestras ilusiones.

Luchar por un ideal.

Claudicar por pragmatismo.

Recuperar la ilusión por su misma energía.

Multiplicar por mil la esperanza.

Dividir por cero la bronca y la impotencia.

Empezar por algo, de a poco.

Olvidar por qué el destino cambió de dirección.

Buscar por todos lados la respuesta que nos falta.

Seguir adelante por los que hacen que seamos quienes somos.

Andar por las nubes para encontrar las raíces.

Escuchar por respeto a la voz de la experiencia.

Entender por qué si, por qué no, o por qué quizá.

Descubrir por dónde le entra el agua al coco.

Callar por prudencia.

Sonreir por complicidad.

Divertirse por estar con los amigos.

Reconfirmar por qué somos así.

Andar con calma por la vida, por estilo y preferencia.

Decir lo que uno piensa, con cautela, por saber que es la forma de respetarse a uno mismo.

2 de diciembre de 2009

Declaraciones

No te propases, dijo el límite.

Hay que aceptar las cosas como son, dijo la rebeldía.

Mejor no darle muchas vueltas al asunto, dijo el compás.

Hay que disfrutar el momento, dijo el segundero.

Confieso que me gusta ser protagonista, dijo la rueda de auxilio.

Yo te lo cuido, dijo el dormilón.

Doy para mucho más, dijo la resta.

Hay que guiarse por los sentimientos, dijo la computadora.

Yo me adapto bien al cambio, dijo el cuadro.

En la vida hay que andar sin vueltas, dijo el planeta tierra.

Hoy me agarraste seca, dijo la luna.

Lo mejor es ser transparentes, dijo el abogado.

Nuestro principal recurso es el talento humano, dijo el gerente de personal.

La innovación es la que nos llevará adelante, dijo el taquígrafo.

Te lo tengo listo en una semana, dijo el programador.

Elegí un poquito de cada opción, dijo el publicista.

A veces me falta chispa, dijo el fósforo.

Hagamos lo que creas más conveniente, dijo el cliente.

Hoy tenemos excelentes noticias, dijo el editorial del diario.

Se me hace agua la boca, dijo el pescado.

Hay que meterle gas al asunto, dijo el electricista.

En ese tema no me especializo, dijo el consultor.

Mejor no andar haciendo exámenes, dijo el médico.

Hay que dejarse guiar por el corazón, dijo el físico.

Mejor veamos lo que es posible, dijo el idealista.

Así está bien, dijo el perfeccionista.

Esta es mi noche, dijo el sol.

No tenés nada, está todo bien, dijo el dentista.

Lo voy a pensar con la cabeza, dijo la almohada.

Estoy seguro, dijo el meteorólogo.

Te cubre todo, dijo el corredor de seguros.

Yo no me aguanto todo, dijeron el papel, el blog, el blogger, el blogspot, el Twitter, el Facebook, el Google y todos los bits que forman lo que algunos llaman la sombra digital, que nos tragan a todos, a estas palabras y al poco de sentido común o especial que queda bien escondido en algún lado bien camuflado.

20 de noviembre de 2009

Tiempos

Algunos andan apurados y quieren adelantar el futuro. Que el mañana sea hoy, llegar cuanto antes allí, aunque no sepan bien de que se trata.

En los niños se puede entender. Todavía no saben que el tiempo pasado se pierde y no se recupera jamás. En los adultos es una necedad, una imprudencia o, al menos, una impaciencia imperdonable.

Otros andan siempre en el pasado. Reviven la historia, las anécdotas, los laureles conseguidos. Piensan en lo que pudo ser y no fue, cómo habría afectado lo que hoy es y podría haber sido de otra forma. El penal mal pateado. La elección o prioridad equivocada. La palabra callada, o la que sobró.

En los niños no se da con frecuencia, salvo que se trate de promesas no honradas de los padres. En los adultos, en cambio, la nostalgia, el rencor y otros sentimientos agridulces se empecinan y confabulan para traer el ayer al hoy. Una y otra vez.

Los más sabios saben que el presente es la única realidad absoluta. No traiciona con promesas para el futuro ni recuerdos del pasado.

La única garantía de felicidad está en el momento actual. La energía existente probablemente no esté mañana, o quizas en minutos.

Todavía a la vida no le han encontrado el manual o el control remoto. Entonces, hay que olvidarse del "rewind" y del "fast forward".

La única opción es disfrutar el momento del "play", aprovechar totalmente el recorrido, sabiendo que si bien no podemos alterar los tiempos, indefectiblemente el "stop" llegará en algún momento en el que el futuro sea presente, y juntos desaparezcan para siempre.

10 de noviembre de 2009

Uno de fútbol: gol de media cancha

A la mayoría de los poquísimos lectores que siguen Juego de Palabras no les interesa en lo más mínimo el fútbol.

Es más, creo que ni juntando a todos los que alguna vez leyeron este blog llegamos a hacer un partido de fútbol 5. Con suerte nos alcanza para un metegol.

Como intento no defraudar a la gente, y además falta tan poco para el mundial, ha llegado la hora de que los comentarios o relatos sobre fútbol tengan su propio espacio.

No los voy a distraer, pero cuando haya algo nuevo les voy a avisar.

Entonces, lean si quieren algo sobre la redonda en el texto que se llama "Gol de media cancha", que pueden encontrar en este link: http://jugardediez.blogspot.com/2009/11/gol-de-media-cancha.html

Avivados

Muchos lo dicen, porque lo saben muy bien: en la vida todo va y todo vuelve.

Los que andan tirando mala onda por ahí se olvidan que en realidad cada vez que hacen algo en detrimento de otros están lanzando un boomerang.

A veces vuelve más rápido, otras más lentamente, pero siempre en algún momento vuelve. Y al desatento que lo envió, si se distrae, le da por la cabeza.

Buscar atajos permanentemente es como jugar con las banditas elásticas que sirven para sujetar papeles. De tanto jugar de pronto sale al revés y te da en el ojo.

El que anda siempre bien, por la buena senda, buscando lo mejor para todos o al menos sin perjudicar a nadie, quizá se “pierda” algunas ventajas coyunturales o ganancias oportunistas, pero en el largo plazo siempre gana.

Parece mentira o increíble. Todo lo anterior es parte de la sabiduría popular. Así y todo, hay muchos que lo ignoran, o se hacen los distraídos.

Ojalá que se den cuenta, y se aviven que ser avivados no es la mejor forma de andar por la vida.

3 de noviembre de 2009

Cenizas (distinto, pero más de lo mismo)

Son el rastro inequívoco del fuego que alguna vez ardió.

El pasado de un recuerdo que incuba nostalgia.

El futuro de las brasas que asarán el alimento más popular del Río de la Plata.

El destino elegido de un amigo, que decidió confundirse con ellas en el mismo río, convertido ahora en cuna de plata.

Son, también, la condición para que el ave Fénix reaparezca con todo su esplendor.

Todo vuelve a suceder, una y otra vez.

En miles de lugares distintos.

En civilizaciones diferentes.

En momentos históricos separados por períodos eternos para el individuo pero efímeros para el universo.

Las cenizas saben que son el mañana de una llama y el pasado del renacimiento.

Desafían a la lluvia.

Se hermanan con el viento.

Son una breve ausencia de vida.

Pero le hacen caso al poema y no se dan por vencidas ni aún vencidas.

Marcan el inicio de la presencia repetida del ave que vuelve a tomar forma.

Hace mil años.

Hoy.

En millones de años.

Una y otra vez dicen aquí estoy.

Aquí hubo algo.

Y volverá a resurgir.

23 de octubre de 2009

El Talión de Aquiles se toma con calma

Es curioso que cuando la Ley del Talión se inventó, milenios atrás, buscaba lograr un equilibrio en la aplicación de la justicia. En esa época los revanchismos eran tan alevosos que frecuentemente la venganza era más cruenta que la ofensa inicial.

Hoy, en el 2009, desde otra perspectiva claro está, se percibe como un comportamiento troglodita.

Muchas cosas han cambiado con el paso del tiempo. Formas de ser, de hacer, de pensar. En la vida privada y en la cosa pública.

Sin embargo, la justicia sigue teniendo mucho trabajo por hacer. Porque todavía quedan los que hacen daño. Y los que reaccionan desmedidamente.

La historia se comió al dente la ley salvaje de la venganza. Ahora falta que se lleve la violencia y las broncas para completar su tarea de limpieza.

Es increíble, pero alguna gente aún anda por el mundo buscando oportunidades de aplicar la ley del ojo por ojo.

Enfundados en su resentimiento con la vida misma, tienen sed de revancha en todo momento.
Viven esperando alguna escaramuza para luego reclamar reciprocidad y azotar con su furia.

Los que quieren aplicar el diente por diente, se quedan con la sangre en el ojo si no encuentran cómo expresar su iracundia.

En el otro lado de la moneda están quienes pasan sus días de una manera más tranquila. Llevan la bandera blanca en todo momento, tratan de conciliar y arribar a una solución. Aplican lo de dar la otra mejilla si es que ligan algo, involuntariamente o sin querer queriendo.

Con su comportamiento logran a veces más que las leyes. Porque exasperan a los guerreros con su parsimonia. Al no entrar a la batalla, dejan al combatiente sin rival. Por lo tanto, al no agredir ni responder a las ofensas, son el talón de Aquiles de los belicosos.

2 de octubre de 2009

Filosofía en el espejo retrovisor

Hay gente muy especial en este mundo.

Si se juntaran o amontonaran, crearían una fuerza invencible, por sus pensamientos y filosofías invertidas.

Son los que existen. Luego, a veces, piensan.

Han perdido mucho, hasta su capacidad de asombro.

Se pasan la vida bañándose en las aguas del mismo río, y tropezándose con la misma piedra una y otra vez. Esa misma que están dispuestos a tirar primero.

Gritan Eureka, pero no encuentran ninguna solución..

Están convencidos que si conocen el mundo se conocerán a si mismos.

Se empecinan en demostrar que la política es el arte de lo imposible. Lo logran todos los días, pero ya no sorpenden a nadie.

Hacen y luego piensan lo que planificaron. Su estrategia es la veneración de la táctica.

Son geniales para formar el equipo de adelante para atrás (y a fondo).

Creen que solamente pueden ver lo esencial, y que el resto es invisible a los ojos.

Afortunadamente, para equilibrar el mundo, no están solos. Pero son muchos...

17 de septiembre de 2009

El gris del medio

Hay algunos que están siempre en la jugada.

Otros acompañan. A veces se meten en la discusión o solamente siguen por ahí cerquita, por las dudas haga falta su participación.

Están los que siempre tienen algo que opinar.

Y los que reflexionan con calma sobre lo que otros dicen.

Algunos viven en la efervescencia del protagonismo.

Otros prefieren actuar a predicar, y privilegian un perfil bajo.

Mientras algunos están dispuestos a calzarse los guantes en cualquier momento y salirle al cruce al primero que pase por ahí, otros tratan de tomar distancia y dejar que la película avance un poco.

Los combativos afectos al estrellato piensan que para que algo se arregle tienen que meterse en el asunto.

Los idealistas moderados tienen algo de fe en el tiempo y las circunstancias, que van acomodando o diluyendo algunos líos.

Como en la mayoría de los polos opuestos de la vida, ningún extremo es aconsejable. Por eso viene bien que entre los unos y los otros haya muchos matices.
Creo que justo el gris del medio es la mejor de las variantes.


Allí se ubican los que tienen la sabiduría de elegir las batallas apropiadas.

Pueden determinar con gran precisión cuándo son llamados a ocupar el centro de la escena, o cuándo deben esperar a que el río recupere, solito, su propio cauce.

30 de agosto de 2009

Caminos

Hay momentos o etapas en la vida en que tenemos la convicción de que vamos por el camino correcto.

Pero debemos estar atentos: el conformismo puede ocultarnos algunas opciones eventualmente favorables.

En otras fases de la vida estamos confundidos. No sabemos que recorrido seguir. Pensamos que es imposible volver atrás; la indecisión paraliza..

Debemos usar la razón, pero también escuchar a nuestro interior. Tomar una decisión y jugarnos por ella.

Prolongar indefinidamente el análisis no nos lleva a ninguna parte. Y más adelante quizá ya no podamos intentar algunas oportunidades que se nos presentan hoy.

Hay momentos en los que el destino del camino es irrelevante. Abandonamos la búsqueda del resultado y disfrutamos el presente, el lugar y el entorno en el que estamos.

Cuando logramos este estado, el panorama se aclara, cientos de caminos se abren, y sabemos que cualquiera sea el que tomemos, estamos preparados emocionalmente para recorrerlo y vivirlo plenamente, sin preocuparnos por los que no elegimos.

27 de agosto de 2009

Más o menos

Los minimalistas dicen que menos es más.

Los perfeccionistas creen que todo está más o menos.

Algunos sostienen que más no significa mejor.

Otros están convencidos que tener menos alivia la carga y las responsabilidades.

Por el contrario, hay quienes se empecinan en tener cada día más, se obsesionan en acumular y lo que menos tienen en cuenta es pensar para qué lo hacen.

Hay algunos que lo que menos hacen es sumar.

Y otros que suman siempre, por forma de ser.

Los contradictorios o indecisos, a veces con hipocresía, quieren más cuando hay menos, y dicen que es preferible algo menos cuando creen que hay de más.

Los matemáticos y las calculadoras son más pragmáticos. Le buscan la vuelta para reemplazar más por menos y resolver la ecuación con facilidad.

A veces es difícil lidiar con los que no ven el vaso medio lleno y siempre quieren más. Son los pesimistas. Hay días que parecen ser muchos más.

Pero estamos bien. Los optimistas vamos, a paso lento pero seguro, de menos a más.

Y lo sabemos: más vale pensar y actuar en positivo.

20 de agosto de 2009

Tierra y claridad

Es posible afirmar que cuando nuestros pies se ensucian con la tierra que nos vio nacer y crecer, la mente se aclara y ve mejor algunas cosas..

De local, los espejos toman otro rol, de retrato de Dorian Gray o de pasaje hasta un mundo donde todo se entiende con más facilidad, o donde las preguntas por responder son más esenciales.

Es por eso que desde la patria entiendo mejor un comentario sobre mis textos más recientes, rotulados recientemente como "melancólicos".

Es cierto. La distancia hace que los recuerdos sean, como las manchas del tigre, múltiples y confusos. Además, las peripecias del laberinto de la vida nos colocan, a veces, en situaciones más difíciles de entender que algunos de los cuentos de Borges.

Cabe preguntarse si la melancolía es buena o mala.

Creo que si tiene el tono quejoso de un tango, puede ser poética pero en definitiva obstruye la posibilidad del desarrollo personal.

En cambio, la melancolía buena es la que nos permite llegar a identificar quiénes somos realmente, dónde están y cómo son nuestras raíces, reales y virtuales, ya que de ellas dependemos para seguir en pie, y creciendo.

4 de agosto de 2009

Dónde estamos

A veces sabemos exactamente dónde estamos parados, o al menos eso creemos.

En otras ocasiones, estamos en el mismo lugar que estuvimos tiempo atrás, hace décadas o años.

Y nos sentimos igual que cuando pasamos por aquí.

El contraste se da cuando volvemos al punto de partida y vemos cuánto hemos cambiado. El lugar es el mismo. Nosotros ya no lo somos.

A veces volvemos a algún lugar de nuestro pasado para buscar, específicamente, lo que dejamos atrás. Cuando llegamos, eso ya no está. Iguales, parecidos o diferentes, hurgamos en el espacio para tratar de encontrar en la realidad lo que solamente es un recuerdo o espejismo.

Ese es el momento preciso para empezar a considerar si realmente sabemos dónde estamos parados.

Nos preguntamos si es dónde queremos estar.

Nos cuestionamos si es dónde deberíamos estar.

Miramos a nuestro alrededor y buscamos las respuestas.

Si tenemos oportunidad, nos damos cuenta que quizá la única manera de encontrarlas sea indagar dentro nuestro.

Ojalá todos aprendamos a encontrar y entender nuestra esencia, el alma que hace que seamos quienes somos, o quienes creemos ser.

Si lo logramos, tendremos la oportunidad de preguntarle a nuestra alma si sabe dónde está.

Si está donde quiere estar. O donde debería estar.

E, incluso, si quiere estar en otro lado (y si hay tiempo para llegar allí).

Son muchas preguntas. Quizá suficientes... Por eso, ahora me despido, voy a tratar de encontrar algunas respuestas.

19 de julio de 2009

Pérdidas

Es curioso, a los sujetos nos incomoda bastante perder un objeto.

Sin embargo, las pérdidas más difíciles, complicadas o dolorosas no son de objetos…

Podemos perder el norte, la brújula, el rumbo.

Solemos perder la paciencia.

Tenemos que sufrir la pérdida de partidos, y finales, muy importantes.

En algún momento perderemos a un amigo, un familiar, o al amor de toda la vida.

Perdemos a nuestros padres, tarde o temprano.

Y nos damos cuenta que quizá hemos perdido el tiempo.

Los afortunados, en algún momento perdemos la cabeza por el sentimiento más poderoso del mundo.

Solemos perder la compostura.

Muchos perdemos la línea (como cuestión de peso, o estilo).

Nos preocupa perder nuestra gran oportunidad, porque si no la vemos se nos va el tren del destino.

Podemos perder la perspectiva, y con los errores las pérdidas se multiplican.

A veces perdemos el foco, la concentración.

Y la peor pérdida de todas: la vida.

Debo buscar un final distinto, para evitar el dramatismo. No quiero perder lectores.

Por eso digo que, aunque eso último estuvo fuerte, es una verdad ineluctable.

Siempre me gustó esa palabra. Ineluctable. Algo contra lo que no se puede luchar.

La aprendí en 1989. Estudiando en el escritorio de mi viejo, con mi mejor amigo.

Me alegro de no haber perdido el registro de ese momento.

Por eso no pierdo la esperanza.

Trado de cuidarla y mantenerla, en todo momento.

Creo que se me puede perder cualquier cosa, menos la esperanza.

Porque el día que se evapore la esperanza, ya estaremos totalmente perdidos.

14 de julio de 2009

Tiempos

Algunos se pasan años preparándose para afrontar situaciones que duran solamente minutos.

Otros en un minuto toman una decisión que los impactará por años.

Algunos piensan durante mucho tiempo qué harán en el futuro lejano.

Otros sólo hacen lo que pueden y quieren ahora mismo, sin preocuparse por el futuro, que en realidad no existe.

Algunos tensan las cuerdas hasta que se cortan.

Otros no se deciden jamás a ponerse a prueba; van silbando bajito, haciéndose los distraídos.

Algunos esperan siempre el momento ideal.

Otros saben que no existe, y no postergan decisiones.

Algunos se preocupan por no perder el tiempo, tratando de hacer algo en todo momento.

Otros están convencidos de que el tiempo de ocio es la mejor inversión.

Algunos tratar de ganar tiempo.

Otros saben que, así, lo están perdiendo.

Algunos saben que no queda mucho tiempo.

Otros no se dan cuenta, creyéndose inmortales.

Mientras están los que quiere que el tiempo se detenga y no los condene, en la otra vereda hay quienes se dedican a verlo pasar.

Para algunos, el tiempo pasa rápidamente.

Para otros, transcurre lentamente.

Para todos, inexorablemente.

24 de junio de 2009

De vez en cuando

A veces para llegar bien lejos uno debe quedarse en un mismo lugar, leyendo, pensando o simplemente viendo pasar el mundo.

Otras veces, uno tiene que irse muy lejos para darse cuenta que prefiere quedarse en el punto de partida (asumo la responsabilidad… ya que con esta frase, a muchos de los muy pocos que me leen frecuentemente les atacará un poco la nostalgia).

A veces uno se pregunta por qué se fue y no volvió; otras veces se cuestiona por qué no se quedó en lugar de irse.

A veces pensamos por qué los otros no se fueron; o si lo hicieron.

Otras veces pensamos qué sería de nosotros si ellos hubieran hecho algo distinto.

Algunas veces nos da ganas de salir corriendo para que nuestra mamá nos abrace y tranquilice. Quienes ya no la tenemos debemos buscar en el cajón de los afectos más profundo de ese archivo traicionero que se llama memoria.

Otras veces, como diría un gran amigo, preferimos quedarnos quietos, como si estuviéramos frente a una cobra y un solo movimiento nos pudiera costar la vida.

Algunas veces nos preguntamos qué estamos buscando. Otras veces, sin cuestionarnos demasiado, seguimos adelante, con o sin búsqueda, con o sin brújula.

A veces un abismo separa a los vecinos; otras veces una conexión enorme une a los amigos a pesar de las distancias más largas e inimaginables.

A veces tenemos bien claro quiénes somos y qué queremos; otras veces, asumimos que la confusión es la que va ganando el partido.

A veces nos miramos al espejo y nos preguntamos en qué nos hemos convertido.

Otras veces, sin embargo, preferimos hacernos los distraídos. Al fin y al cabo, para qué hacernos tantas preguntas, y complicarnos la vida…

A veces logramos la sabiduría y nos damos el gusto de disfrutar de las pequeñas cosas, como si la vida misma fuera tan simple como una publicidad de galletitas.

Otras veces somos los campeones de la complejidad. En momentos así, algunos nos escapamos del asunto escribiendo algo como esto.

3 de junio de 2009

Buscando

Muchos buscan algo concreto y no lo encuentran nunca.

Otros buscan algo muy general y ambicioso, solamente encuentran de a poco, lo que no los conforma..

Algunos pasan sus vidas encontrando mucho, pero no se dan cuenta.

Están los que creen que encontraron lo que buscaron, pero no están del todo seguros y por las dudas siguen buscando.

Hay gente que de tanto buscar ya no encuentra nada.

Y todos conocemos a alguien que con lo que encuentra se conforma, aunque lo haya buscado o no.

Mientras algunos le buscan siempre la quinta pata al gato, otros cada dos por tres se cansan de buscar. El contrapeso de estos son los que encuentran una búsqueda.

Podemos pensar que todo está mal cuando dejamos de buscar. O cuando ya no encontramos más.

No sé a cuál de las variantes mencionadas anteriormente te acercás más. O a cuáles de los matices que las unen y diferencian.

Si no sabés, es hora que empieces a buscarte y entenderte. Y ojalá te guste lo que encuentres, o te animes a cambiarlo.

25 de mayo de 2009

Nueva Babel

En estos días he visto en varios territorios digitales –incluyendo blogs y redes virtuales- de amigos y conocidos que ocurre con frecuencia la mezcla que habitualmente se recomienda evitar en los asados y en las fiestas: distintos tipos y grupos de gente, todos en el mismo lugar.

A veces uno experimenta, pero los códigos no se comparten, y los resultados pueden ser peligrosos.

Generalmente los amigos o compañeros (claramente no es lo mismo) del barrio, de la escuela, del club, del trabajo y de distintos lugares de convivencia no compaginan correctamente. Ni que hablar si a la diferencia del espacio y el motivo de la relación se le suma la brecha contundente del tiempo.... Ya les ha pasado o les va a pasar. En algún punto se cruzan gente de épocas y situaciones diferentes en sus páginas.

Eso no está ni bien ni mal, al fin y al cabo una página en un sitio virtual no es un asado ni una fiesta. Alguien entra y si no le gusta o le interesa lo que ve, se va.

Todo el texto anterior en realidad es el contexto para lo que les quiero contar: hoy vi por primera vez alguien a quien se le ha convertido su página de Facebook en una verdadera Babel. Tres idiomas en la misma página, con gente que realmente no tiene absolutamente nada que ver entre sí. Esa desubicación digital me incluye a mi, claro está.

Todos conviven sin problemas aparentes.

Releo lo anterior y pienso en algunos comentarios que he hecho a amigos de sus blogs, y que me han hecho a mi: hay que escribir menos… los textos son muy largos.

Pero constato que me cuesta escupir conceptos e ideas sin tratar de darles alguna vuelta más o menos lógica.

Quizá el juego está en el contexto más que en el texto.

Por lo tanto, a falta de mejor explicación, creo que defino mi identidad digital por oposición: todavía no estoy listo para la generación Twitter. Ahí mi hallazgo hubiera sido expresado más o menos así: “Acabo de ver un sitio de Facebook que parece Babel. Hay comentarios y cadenas de diálogos en tres idiomas”.

En Córdoba diríamos: ¿y de ahí? (es decir, ¿y con eso qué?).

No estoy listo y quizá no lo esté nunca para el Twitter. Es muy breve. Se puede quedar en lo superficial. Es un exhibicionismo de más corto alcance, digamos, donde la frecuencia reemplaza al contenido. Y además, aumenta la “persecuta”. ¿Me siguen?

Por ahora me quedo con el contexto... y cuando no tenga más que decir o simplemente quiera que la gente me siga los pasos, largo con Twitter.

17 de mayo de 2009

El filtro de las creencias

Hay quienes dicen ser escépticos o incrédulos, pero hasta ellos creen en algo, y es en la propia definición de sí mismos.

Ellos también caen en la trampa de las creencias.

Como si fuera un colador, nuestra mente tamiza la realidad con el filtro de las creencias.

Cualquier situación externa puede ser percibida de múltiples formas. Cada persona, según el filtro que utilice, podrá argumentar que esa situación es de la manera que más le conviene para reafirmar sus creencias.

Si el tiro pegó en el palo será por culpa de la impericia o la mala suerte, según si uno es racionalista hipercrítico o cabulero, de esos que cruza los dedos para que un penal sea gol, o hace un cuernito para alejar el peligro en el área propia.

Cada uno ve la vida como sus creencias se lo permiten. Ve lo que puede, entiende lo que quiere entender, aunque no se de cuenta de cómo todo lo que percibe lo hace de manera distorsionada.

Esta influencia de las creencias en la forma de ver el mundo y cada situación en particular es lo que hace sumamente difícil que dos personas que tienen creencias muy diferentes se pongan de acuerdo en la lectura de la realidad.

Lo mismo que está ahí afuera es blanco para unos, negro para otros y gris para terceros.

Dicho de otra forma: es muy difícil que varios se pongan de acuerdo en interpretar lo que pasa si vienen desde mundos y creencias diferentes.

A esta confusión sobre lo que “está afuera” se suman los enredos internos que todos tenemos con nosotros mismos.

A veces ni sabemos en qué creemos. O pensamos en algo y estamos totalmente equivocados.

Hagan un repaso de ustedes mismos, amigos y conocidos, y podrán comprobar que muchas veces pasa que…

… los que se creen vivos son en realidad unos giles.
… los que creen que se las saben a todas en realidad no tienen idea de nada.
… los que piensan que tienen la única verdad, no se dan cuenta que las verdades son varias y depende del filtro con que se mire la vida para determinar cuál es “su verdad”.
… los que consideran que están confundidos es posible que sean los que la tienen más clara.
… los que creen que deben hablar más son los que deberían callarse.
…los que creen que el silencio es lo mejor son los que más podrían aportar abriendo la boca.

La lista de desajustes entre creencias propias y conveniencias puede ser larga y hasta interminable… al menos eso creo.

Entre tanta confusión, hay algunas alternativas para mejorar las condiciones para transitar el camino que nos queda por delante.

Primero, tratar de aclararnos a nosotros mismos en qué creemos.

Segundo, darnos cuenta de cómo leemos lo que nos pasa, en función de nuestras creencias.

Tercero, corregir lo que nos esté molestando, flexibilizando un poquito las creencias. Aflojar un poco los nudos de la mente, para que esté más libre.

Cuatro, recordar en todo momento que nadie tiene la verdad absoluta y que, por lo tanto, tenemos que aprender a escuchar a los otros, para entenderlos mejor y llevarnos mejor con ellos.

Si no podemos lograrlo es que tenemos que volver al segundo paso.

Creo que si completamos los cuatro pasos, estaremos ya limpiando el filtro de nuestra mente. Y quién les dice… quizá empecemos a ver lo que antes no podíamos ver porque nuestras creencias lo impedían. Comenzaremos a contemplar el resto de las realidades… como si en un cine nos expandieran la pantalla para ver partes de la película que antes no veíamos.

(Advertencia legal: el texto de este blog no implica una recomendación de acción. Las opiniones del autor de Juego de Palabras no están avaladas por la corporación Juego de Palabras. Aunque todavía no está establecida les anticipamos que la registraremos en un paraíso fiscal, al menos para demostrar que el paraíso existe, porque creemos en eso, pero estamos seguros que no es aquí, ni donde está el que esté leyendo este texto. Todos los derechos reservados. Y las obligaciones también. Salvo el derecho de autor, por eso no nos preocupamos, no creemos que nadie quiera copiar este texto. Las marcas no mencionadas no son propiedad de nadie, lo que significa que son de todos.)

10 de abril de 2009

Cinco minutos

Uno a veces piensa cada cosa… ocupa la mente en asuntos de todo tipo: de los intrascendentes y desagradables a los importantes y divertidos, pasando por todos los matices que puedan existir.

En muchos lados está escrito, por pensadores, filósofos e improvisados (como yo), que la mente es un jardín al que tenemos que cultivar, porque si le damos solamente pensamientos negativos se marchita y nos convierte en ese tipo de ser protestón y enojado que anda con esa actitud que hoy suele llamarse “tóxica”, según la moda de los libros de aeropuerto.

¿Cómo podemos hacer para darle alguito de lo mejor a nuestra mente?

Algunos sugieren la meditación, otros la fe, la poesía, el deporte, la familia, los afectos, y la lista sigue…

Yo les propongo una idea complementaria que, al menos hasta el momento, no leí en otro lado.

Se trata de jugar un rato a la máquina del tiempo. Específicamente, cinco minutos.

El concepto es así: imaginemos que podemos revivir cinco minutos de nuestra vida. Tenemos una sola oportunidad. Luego, volvemos al presente.

Para elegir hay que tener mucho cuidado, porque en realidad es una sola posibilidad de volver a experimentar exactamente lo mismo que sucedió en el pasado, por cinco minutos.

Esto, que en el cine se denomina “flash back”, en la vida real no existe, salvo que utilicemos todo el poder y la libertad de nuestra mente.

Para elegir esos cinco minutos tendremos que hacer un repaso de varios momentos en nuestra vida que podrían calificar para esa oportunidad única de volver a ser vividos.

Esos momentos que reviviremos con nuestra mente deberían ser los que más nos marcaron, nos divirtieron, nos impactaron. La lógica es tratar de identificar los más alegres y felices (ya sé, a muchos se les ocurrirán muchos momentos negativos, pero bueno, hay que tamizarlos).

En este proceso, queridos amigos, seguramente nos conectaremos con aquellos que fuimos, quienes realmente somos o siempre hemos querido ser. En definitiva, estaremos regando un poquito nuestra mente, para que se divierta un rato y sea más positiva.

Les advierto: cuando terminen el proceso de selección pueden sentir un sabor agridulce.

La nostalgia está permitida, pero les recomiendo usar la energía que les deje el proceso de repasar los recuerdos para empezar a vivir otros segmentos de cinco minutos que merezcan ser vividos dos veces.

Si empiezan ya, bien concentrados, se pueden dedicar a disfrutar el doble cada uno de los minutos felices que hay por delante, aunque sepan que no los van a tener nunca más tan pronto pasen.

Con este juego de los cinco minutos quizá podamos, todos, lograr varios efectos mágicos: mejorar nuestro jardín mental y usar el pasado para ser más felices, incrementar el disfrute de lo positivo y duplicar artificialmente el tiempo que nos queda.

22 de marzo de 2009

Elegir la ignorancia

No vengo a descubrir nada. Una vez más repito lo que alguien dijo o debió haber dicho.

Pero lo escribo por necesidad, o al menos para recordármelo y que uds. también lo tengan presente.

Los arrogantes, por el sólo hecho de ser como son, son ignorantes. No saben todo lo que no saben, ni quieren enterarse. Su ceguera las impide apreciar que hay muchos matices más allá de su verdad, que creen que es única y absoluta. Son totalmente incapaces de considerar el punto de vista del otro, porque tienen las anteojeras puestas las 24 horas del día.

Los sabios, en cambio, deciden ser ignorantes. Tienen muy en claro que esa es la manera de seguir aprendiendo. Deciden que no saben ni son los dueños de la verdad, como paso para investigar. Tratan de ver más allá de lo que creen que es correcto. Buscan ponerse en el lugar del otro, para entenderlo desde su perspectiva. Y pueden cambiar su opinión si encuentran otras que resultan enriquecedoras.

Por lo tanto, sabio no es aquel que se las “sabe a todas”, sino el que tiene el don de decidir ser ignorante, para aprender metiéndose en el pensamiento y los puntos de vistas de los otros.

Para bien o para mal, la amplia mayoría de las personas no son (somos, mejor dicho) sabios. Se trata de un grupo muy reducido. Es muy difícil encontrar a estos ignorantes voluntarios.

De los ignorantes involuntarios, en cambio, hay de sobra. Pero no todos son arrogantes.

Solamente los ignorantes que creen que se las saben a todas son arrogantes y pueden actuar como tales.

De los que por suerte se quedaron a mitad de camino hacia la arrogancia, hay dos grupos generales:

Los ignorantes que saben mucho de algunas ciencias o técnicas, pero están en cero en asuntos espirituales o sociales (para estos hay cientos de libros de inteligencia emocional). Estos son peligrosos, porque saben mucho pero no tienen sensibilidad. Con su conocimiento técnico pueden causar desastres.

La otra cara de la moneda son aquellos genios en lo social y emocional, pero ajenos a cualquier conocimiento técnico o “práctico”. Estos son los que hay que invitar siempre a los asados, para escucharlos y admirarlos. Suelen ser los que asumen la vida con más calma, porque no están en la carrera alocada de los técnicos-especialistas, que no termina nunca.

¿Cuánto tiene usted de ignorante, sabio o arrogante?

Todos podemos darnos cuenta de cuál categoría nos toca, de pleno o con matices. Lo que pasa es que para hacerlo tenemos que vernos al espejo y analizar quiénes somos. Y eso, sin dudas, es muy difícil.

Por lo tanto, muchos se alejan de la introspección, y proclaman: “a veces es mejor no saber”.

Poquitos se atreven a dar el primer paso y tratar de entenderse.

Si lo hacen y están determinados a mejorar, iniciarán su camino hacia la sabiduría.

6 de marzo de 2009

Memoria para el presente

Hay que tener memoria para acordarse de los errores, de cómo los solucionamos y sobrellevamos. Así, es posible que evitemos cometerlos nuevamente, o los superemos más rápido.

Debemos tener siempre presente que en la rueda de la fortuna pasamos por diferentes momentos. Y que esto es inevitable.

Tenemos que rememorar a los seres queridos que se fueron para no volver, aunque se hayan quedado para siempre en nuestros corazones.

Debemos prestar atención a las cosas que hacemos de memoria, y saborear y disfrutar su proceso, antes que nos olvidemos cómo hacerlas.

Hay que tener presente en cada momento que estamos de paso, pero que debemos ir paso a paso.

Es recomendable alimentar la memoria con los momentos buenos, para que nos den energía para los otros.

Hay que estudiar para entender y no repetir solamente de memoria. Si no, nos quedarán solamente frases llenas de palabras y vacías de contenido.

Debemos guardar algunos escritos para ayudar a la memoria… y leerlos diez años más tarde, para ver cómo progresamos, o involucionamos, cambiamos, ya no somos lo que fuimos y quizá tampoco llegamos a ser quien queríamos ser.

Cuando la rutina, la realidad o la vida nos pegue duro, tenemos que hacer memoria y entender por qué estamos como estamos. Es la única forma de empezar un cambio, recuperar un ideal o enderezar la marcha.

Debemos cuidarnos de la memoria selectiva, porque tendemos a recordar solamente lo que nos conviene o queremos recordar.

Hay que buscar la memoria de cada una de nuestras células… ellas se acuerdan mejor que nosotros de lo que nos pasó, pero nos hablan en una forma que muy pocos pueden entender.

Tenemos que acordarnos del gol que más gritamos, del que más sufrimos, y de los que nunca fueron y deberían haber sido (si, ya se, para todos estos la memoria está más fresca, como si fuera hoy).

Finalmente, tenemos que mantener la memoria activa, para aprender del pasado, pero vivir el presente. Si nuestra memoria nos engaña y solamente miramos para atrás, nos perderemos este momento y todo lo que tenemos por delante.

Chau, hasta pronto.

19 de febrero de 2009

Breve filosófica

El problema de la filosofía es que da para pensar.

Por eso, si se le cruza alguna pregunta difícil y fundamental, déjela pasar.

La gente y el humor

El humor es a veces como un viento loco, que cambia de dirección de un momento a otro.

Pero, en general, suele mantener ciertas tendencias a nivel individual.

Hay quienes tienen del bueno, contagian alegría y generan el antídoto ideal contra la mayoría de las situaciones que son malas en esta tierra: la risa. Hay que estar cerca de esta gente, porque son felices.

Los que tienen del malo son los que están de moda en los libros de hoy, caratulados como personas tóxicas. Son la criptonita que elimina los superpoderes de la gente que habita esta maltratada tierra.

Los que van en decadencia son los que tenían buen humor y se les está deteriorando. Van por un tobogán peligroso, implacable, del que sólo se puede salir con un salto arriesgado, pero necesario.

Quienes están en ascenso son los que transitan el proceso de cambiar la amargura por el refrescante sabor de la alegría. De vez en cuando una sonrisa, una risita, y se van acostumbrando. Para ellos, dentro de poco, estará todo bien.

El humor es una profecía autocumplida, una actitud y una prueba de nuestra identidad.

Los que están perdidos en el espacio son los que no tienen sentido del humor.

Andan por el mundo sin darse cuenta que el humor existe. No entienden ningún chiste. Y jamás hacen uno.

Por cada persona así en el mundo hay otra que la compensa, que se pasa haciendo chistes todo el tiempo. Es la que, luego del exceso, cae pesada, sobre todo, con los que tienen mal humor o van en decadencia.

Todos los estereotipos son malos. Pero que los hay, los hay.

Entonces, usted seguramente encaja en uno de estos. La pregunta es: ¿en qué grupo está?

Piénselo.

Si es feliz o está en ascenso, siga así.

Si es tóxico o está en decadencia, tómelo con soda.

Y con un poco de humor empiece a arreglar el problema.

10 de febrero de 2009

Imaginación

Desde Francia, tiempo atrás, se reclamó con fervor y con pinturas en las paredes que se debía llevar la imaginación al poder.

Caso curioso, décadas más tarde, todavía hay mucha gente que carece del poder de imaginar.

¿Se pueden imaginar eso?

Lo más probable es que los que leen este blog lo puedan entender, aunque no lo compartan.

Si todavía se aguantan estos escritos debe ser porque todavía tienen materia gris para distraer.

Deben tener capacidad de imaginación y pensar que sí se puede ser creativo, y que hay posibilidades de cambiar lo que está mal.

Que debemos convivir con lo que no está muy bien, pero no podemos cambiar.

Que podemos aprender a matizar lo que no debería ser así con lo que está bien.

Que es fundamental disfrutar lo bueno, aunque sea pequeño, efímero o sencillo.

Me imagino que pueden.

16 de enero de 2009

Ciencias

La paciencia no es una ciencia, pero debería serlo para sobrellevar la inconsciencia de algunos, que la ponen a prueba más de lo debido.

Las maneras diferentes de ver el mundo, pensar y actuar la van colmando lentamente. Pido clemencia.

Hay gente que va por la vida como si tuviera licencia para molestar. Se la deberían cancelar, por decencia.

Una irreverencia, una insolencia, a veces la complacencia o simplemente la displicencia nos obligan a jugar al tibetano para no reaccionar con demencia.

No alcanza con tener mucha sapiencia para vivir más tranquilo y feliz. Hay que tener paciencia, con frecuencia.

Agradezco si a alguien le sobra un poco y la quiere compartir. Sería una buena coincidencia.

También apreciaré al que quiera hacer un poco de docencia y explicarme cómo se consigue.

Se los pido por favor. Y con insistencia.