16 de enero de 2011

Saber que uno es algo

A veces es bueno saber que uno es algo.

La definición básica sobre la cual construir la realidad que nos rodea. O intentar cambiarla.

La única certeza absoluta corresponde a lo que algún día no seremos.

Más allá de lo que nos muestre el espejo, nuestras intenciones, lo que la sociedad indique o el "entorno" espere, debemos intentar saber con claridad quiénes somos. Definir lo que queremos ser y hacer hasta lo imposible para lograrlo.

El tema es complicado. Hay que separar lo que creemos que somos, lo que realmente somos y lo que queremos ser. El esfuerzo de entender -o aceptar- todo esto puede llevar décadas y quizá no podamos completarlo nunca.

Sin embargo, la dificultad no debe suspender el intento. El suspiro de la vida es demasiado importante como para dejarlo pasar con la cabeza en la almohada. Dormirse, en la intrascendencia o los laureles, es imperdonable.

La realidad de ser alguien que no queremos ser, o de apartarnos demasiado del ideal que pretendemos, renunciando a nuestras ilusiones, debe corregirse.

Al fin y al cabo (expresión literal en este caso) todos terminaremos con alguien diciendo en un momento frío el "no somos nada" de ocasión.

Esa verdad debe dejarse para la resignación del día después.

El regalo de la vida viene envuelto con la obligación moral de hacer algo razonable, plausible y merecido con ella.