A veces uno se queda así: sin palabras. Una situación o momento son tan fuertes que no hay nada para decir. O no se nos ocurre qué y cómo decir lo que pensamos.
Otras veces, uno quiere hablar, contarle a alguien lo que le acaba de pasar, lo que piensa o lo que opina.
En otras ocasiones, uno solamente quiere el silencio.
Pero al lado, de frente, o del otro lado, siempre hay alguien más.
Es muy difícil que esa otra persona esté en un mismo momento en sincronía total de intención comunicativa.
Entonces, surgen las aventuras comunicacionales:
- El desafío de la expresión, o “no sé por dónde empezar”: uno no sabe que decir… y el otro quiere escuchar.
- La situación ideal, de empatía y diálogo: uno quiere contar… y el otro quiere escuchar.
- La semilla de la desconfianza: uno no quiere hablar… y el otro quiere escuchar.
- El estado desconcertante: uno no sabe qué decir… y el otro no quiere escuchar.
- La famosa indiferencia: uno quiere contar… y el otro no quiere escuchar.
- El estado de silencio que se corta con la tijera: uno no quiere hablar… y el otro no quiere escuchar.
De seis situaciones básicas, solamente una es positiva e ideal.
Esa es una gran noticia… para comunicadores y psicólogos. Ambos tienen mucho por hacer.
Lo triste es que la comunicación y la psicología son ciencias sociales. Si fueran exactas e inapelables como las naturales, todos los comunicadores y los psicólogos serían millonarios.
Pero cada uno es lo que es, y cada cosa es lo que es.
Por eso los comunicadores debemos afrontar el desafío de la expresión, combatir la desconfianza, la indiferencia y el silencio. Y de tanto hacerlo, corremos riesgo de quedar desconcertados.
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