Suele decirse que “las cosas” pasan porque tienen que pasar.
Que las situaciones se den o no se den depende de muchos factores. Dicho así, nadie podría discutir la frase. O si, dependiendo de su nivel de belicosidad verbal.
Debería detener el pensamiento allí, y punto. Pero lo voy a complicar…
Si se consideran las opciones generales de por qué pasan (o no pasan) “las cosas”, podemos considerar las siguientes:
- El destino (una forma de determinismo religioso, si se quiere)
- La mano invisible (gracias al liberalismo)
- Algún poder metafísico (puede ser Dios, la fortuna o la energía que une al universo, por ejemplo)
- El alineamiento de los astros (en este caso, sería algo súper físico)
- La confabulación de dos o más personas (no podía faltar la teoría conspirativa)
- La falta de políticas del estado (me lo dictó un profesor de ciencias políticas)
- La excesiva intromisión del estado (resabio del consenso de Washington)
- Uno mismo (un pensamiento motivador porque nos coloca como forjadores de nuestra realidad y, por lo tanto, nos responsabiliza por nuestro futuro)
- Muchas otras opciones
- Una combinación de todos los anteriores
Puede haber gente seria, filósofos o físicos cuánticos, místicos y sociólogos, entre otros, que se gane la vida argumentando sobre las razones anteriores, o algunas más sofisticadas.
Pero también está el saber popular, la sabiduría de la calle, que ante lo inexplicable define la situación con categoría y contundencia: “por algo ha de ser”.
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