14 de febrero de 2008

Así pasa

Suele decirse que “las cosas” pasan porque tienen que pasar.

Que las situaciones se den o no se den depende de muchos factores. Dicho así, nadie podría discutir la frase. O si, dependiendo de su nivel de belicosidad verbal.

Debería detener el pensamiento allí, y punto. Pero lo voy a complicar…

Si se consideran las opciones generales de por qué pasan (o no pasan) “las cosas”, podemos considerar las siguientes:

  • El destino (una forma de determinismo religioso, si se quiere)
  • La mano invisible (gracias al liberalismo)
  • Algún poder metafísico (puede ser Dios, la fortuna o la energía que une al universo, por ejemplo)
  • El alineamiento de los astros (en este caso, sería algo súper físico)
  • La confabulación de dos o más personas (no podía faltar la teoría conspirativa)
  • La falta de políticas del estado (me lo dictó un profesor de ciencias políticas)
  • La excesiva intromisión del estado (resabio del consenso de Washington)
  • Uno mismo (un pensamiento motivador porque nos coloca como forjadores de nuestra realidad y, por lo tanto, nos responsabiliza por nuestro futuro)
  • Muchas otras opciones
  • Una combinación de todos los anteriores

Puede haber gente seria, filósofos o físicos cuánticos, místicos y sociólogos, entre otros, que se gane la vida argumentando sobre las razones anteriores, o algunas más sofisticadas.

Pero también está el saber popular, la sabiduría de la calle, que ante lo inexplicable define la situación con categoría y contundencia: “por algo ha de ser”.

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