19 de febrero de 2008

Esperanza

Esperanza es una palabra maravillosa, porque sirve de rótulo para una de las sensaciones más lindas de la vida.

Tener esperanza es contar con un estado de ánimo positivo respecto de la posibilidad de que algo bueno suceda, de que logremos lo que queremos, o de que otros consigan lo que desean.
Por lo tanto, para tener esperanza hay que ser positivo. No me imagino a un pesimista o a un escéptico con esperanza. Puede que haya personajes que anden por el mundo con lo que habitualmente denominamos “mala onda”, y que tengan esperanza de algo. Si los hay, seguro que se les va a pasar.

Quiero alertarlos, de todas maneras, que si bien tener esperanza es algo reconfortante, porque genera un efecto en el organismo muy parecido al bienestar y la felicidad, el sentimiento incluye un componente que puede volverse peligroso: no hay esperanza sin espera, ni tampoco sin riesgo de que lo que deseamos no se cumpla.

Entonces, la esperanza puede ser la antesala al disfrute y la alegría. O, por el contrario, el prólogo a la desazón (esperan-zas!). Esta última posibilidad es un resultado exclusivo de la razón, por lo tanto a los de verdadera mente positiva no les va a importar, porque ellos se guían siempre más con el co-razón.

Espero que este pensamiento les guste, y los encuentre en un momento en que estén más cerca de lograr lo que quieren que pase.

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